El pasado domingo 18 de julio dejó de existir Curti y con él se marchó gran parte de la historia grande de Nacional que bajo su batuta comenzó a tejer sus primeros vestidos largos para terminar con el frac sobre sus hombros. Nos conmovió realmente su muerte. Don José cubrió instancias significativas de la vida nacionalista y dirigió aquel formidable equipo de los albores del 70 que empezaba a sembrar jerarquía en el territorio patrio.
El pasado domingo 18 de julio dejó de existir Curti y con él se marchó gran parte de la historia grande de Nacional que bajo su batuta comenzó a tejer sus primeros vestidos largos para terminar con el frac sobre sus hombros. Nos conmovió realmente su muerte. Don José cubrió instancias significativas de la vida nacionalista y dirigió aquel formidable equipo de los albores del 70 que empezaba a sembrar jerarquía en el territorio patrio.
Llegado desde su natal Buenos Aires y procedente de River Plate, Curti armó un plantel de lujo en un equipo ligado al fondo de la tabla durante más de una década. Tentó a la suerte con varios compatriotas suyos entre quienes estaban Raúl Navarro, Óscar Cálics y Tito Gómez, dejó a Jorge Fernández y consolidó en primera a colombianos como Gustavo Santa, Javier Tamayo, Jorge Ortiz, Leonidas Hurtado y Gerardo Moncada, por nombrar pocos, y le ganó a la ruleta de la vida y del fútbol.
Con una óptica casi incomparable por ser visionario casi eterno del balompié, perfeccionó profesionales, advirtió la presencia de pequeñas promesas, inculcó buen juego, promovió el talento y la disciplina y cultivó la honradez, el trabajo y la magia. Pero le sucedió lo que nos habrá de pasar a todos los mortales. Ya el tiempo había erosionado su vida y le tocaba jugar en el epílogo de sus días. Asomó el final para Don José. Y su muerte hiere fuertemente los cimientos de esta gran historia. Porque se le recuerda con gran cariño por ser uno de los gestores directos del engrandecimiento de la leyenda Verdolaga.