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2013: Bicampeones en Copa Postobón

Atlético Nacional conquistó nuevamente la Copa Postobón y se convirtió en el primer bicampeón del torneo alterno en Colombia. Los verdes siguen dejando registros, sumando estrellas, aumentando sus participaciones en el continente y dejando una estela inigualable. Felicitaciones, CAMPEÓN.

Por Ramón Fernando Pinilla H.

Atlético Nacional conquistó nuevamente la Copa Postobón y se convirtió en el primer bicampeón del torneo alterno en Colombia. Los verdes siguen dejando registros, sumando estrellas, aumentando sus participaciones en el continente y dejando una estela inigualable. Felicitaciones, CAMPEÓN.

Por Ramón Fernando Pinilla H.

Nacional es un virus en la sangre que no tiene fin y que se extiende cada vez más por todos los rincones de la pasión. En un año fantástico, en el que aún pueden lograr más satisfacciones, los verdes vencieron en la final de la Copa Postobón a Millonarios y cerraron una participación magnífica en el torneo que da cupo a la Copa Sudamericana con 13 victorias, dos empates y tres derrotas (las tres fueron en fase de grupos y se dieron cuando el verde ya estaba clasificado y actuaba con equipo alterno entre algunos profesionales y muchos juveniles).

En etapas decisivas de la Copa Postobón, 8 en total entre 2012 y 2013, el técnico Juan Carlos Osorio jamás perdió un partido de 16 disputados. Repasemos: Octavos de Final 2012: 2-2 y 3-2 a Santa Fe, Cuartos de Final 2012: 2-1 y 2-1 a Tolima, Semifinal 2012: 1-0 y 1-0 a Chicó. Final 2012: 0-0 y 2-0 a Pasto. Octavos de Final 2013: 3-0 y 1-0 a Pasto. Cuartos de Final 2013: 1-0 y 1-0 a Quindío. Semifinal 2013: 2-0 y 1-0 a Alianza Petrolera. Final 2013: 2-2 y 1-0 a Millonarios. 

El fantástico día en que se volvió a derrotar a Millonarios en una final, registro imborrable para el aficionado Verdolaga, el estadio se quería estallar. Ni la lluvia que cayó toda la noche pudo emancipar las ilusiones de un pueblo acostumbrado a las grandes conquistas. Ganarle a Millonarios, completar la histórica faena de vencer a los dos elencos bogotanos en el mismo año en dos finales diferentes, ganar dos copas Postobón sin perder un solo juego en rondas de eliminación directa, ser el primer bicampeón del certamen, volver a la Sudamericana, ser el primer elenco desde que existen los torneos cortos en clasificar a las dos copas internacionales y la alegría de gritar campeón, son datos incomparables de la felicidad que vive por estos días el pueblo verde.

Los jugadores aún le muestran la Copa a los aficionados en el Atanasio Girardot. El cansancio del rostro no esconde la alegría tremenda de sentirse vencedores. De la gradería baja una música que endulza los oídos. El grupo que ha demostrado una personalidad creciente para aguantar presiones de toda índole, ha consumado otra obra de incuestionable practicidad y dejaron la sospecha de que tienen más de lo que mostraron.

Juan Carlos Osorio ha levantado su cuarto título con Nacional y se encumbra como el más grande de todos los tiempos, solo superado por Maturana y su Libertadores. Es obvio lo del risaraldense: el equipo habla por él y este Atlético Nacional es un conjunto devoto del sacrificio alrededor del criterio colectivo. Primero son los sueños de todos. Por ese camino, llegan los individuales. Y así fabricaron la fantástica noche del 17 de noviembre de 2013, un pasado hermoso para recordar en Nacional cuando vimos como para Millonarios se trató de un momento en que todo se convertía en la culminación de un sueño y el inicio de una pesadilla.

Las medallas pasaban de cuello en cuello, el estadio estaba envuelto en felicidad. Cantaban y bailaban los 45 mil hinchas que comenzaron a entonar melodías tan repetitivas de una música que había compuesto el alma. Todas dedicadas a quienes les habían entregado otra felicidad. Osorio volaba por los aires, cargado por unos jugadores que le mostraban su respeto. Ricos y pobres, negros y blancos, hombres y mujeres, aplaudían a rabiar desde el cemento, como testigos eternos de la vuelta olímpica del campeón.

El elenco que propició un 2013 espectacular, tenía tiempo para pensar. Para recordar. Ya en la mesa a manteles ofrecida por el Club en el Hotel Belfort horas después del título y en medio de las sonrisas de los familiares, todos miraban sin ver, que es como se ve más lejos, y repasaban momentos cumbres de su estelar momento. Y asomaba la fecha del 9 de diciembre de 2012 como la del máximo aprendizaje. La tarde en que se vencía 2-0 a Equidad en el Atanasio e Itagüí perdía en el último minuto con Medellín para quedar por fuera de la final de 2012. A Osorio, que siempre le interesó el camino del crecimiento, jamás el atajo de la fama, ese día lo golpeó ferozmente. Le costó recuperarse. Casi igual a lo que sucedió con la derrota en la Copa Sudamericana de este año. Pero la dignidad que tuvo su equipo esa tarde en la derrota, mostraba que el plantel adquiría fuerzas anímicas para convertirse en una fuerza sólida y confiable. No hubo ratas huyendo del barco, no hubo acusaciones, no se vendieron intimidades, no hubo confesiones de ocasión a través de las cuales se prendiera una hoguera que suele prenderse cuando pierde un grande. Aguantaron el duro momento y esperaron otra oportunidad. Osorio se confirmó allí como sabio conductor de grupo. Y lo hizo sin necesidad de promocionar códigos de vestuario. Ayudó a mostrar una infrecuente cara digna del fútbol. Y lo hizo en la derrota.

El técnico desde allí prosiguió en su discurso. Cada vez más fuerte, cada vez más convencido de que era el camino. Hay momentos del juego en que vale la libertad pero hay otros en que se debe priorizar el orden. Todos entendieron. Convicciones firmes, sentido de justicia, alta personalidad. Todos copiaron.

Las presiones por dirigir un equipo tan popular eran distintas y los tiempos más urgentes. Todos captaron. Presión asfixiante para recuperar la pelota cuando la poseía el rival, movimiento y opciones múltiples de pase cuando se disponía del balón, actitud permanente de orden para defender y de rotación para buscar agredir al rival. Todos actuaron.

Presionar arriba para buscar el balón más cerca del arco contrario y propiciar esfuerzos más cortos. Todos accedieron. Gracias a que el plantel se concientizó de los mensajes de su técnico, la rotación surtió efecto gracias al mensaje con el que se trasmitió: los 25 jugadores no pueden reclamar participación porque sería imposible, entonces no hay lugar al reclamo, ley elemental de la convivencia de un grupo de profesionales que no pelea las decisiones de otros, especialmente a alguien que no reclamó públicamente errores individuales. El resultado fue una inquebrantable filosofía que se convirtió en identidad. Atlético Nacional sabe a qué juega. Y lo hace en Medellín, en Barranquilla o en San Pablo.

Ya la noche se unía con el alba. Las calles de la ciudad nuevamente estaban inundadas de leyenda verde. Los corazones verdes palpitaban de una forma diferente. No eran los latidos cotidianos. Eran los latidos de una composición musical solamente entendida por quienes se acostumbraron a ganar. 20 vueltas olímpicas en la historia, hicieron del pueblo nacionalista, una familia experta en conseguir conquistas. Y si el equipo en la cancha había demostrado que por el momento nadie goza de la solidez esperable de un enemigo del elenco verdolaga, bicampeón de la Copa Postobón y defensor del título de la Liga, más hazañas se pueden esperar en este 2013.

Ya el Atanasio Girardot estaba vacío de gente, repleto de papel de título. Afuera el pueblo comenzaba el festejo. La ciudad estaba enloquecida. Y solamente cuando el bus del verde salió del estadio y recortó su figura en la distancia, entendimos que se iba el transporte de una institución plagada de gloria, orfebre de nuestras más sinceras y genuinas celebraciones y que podíamos suspirar nuevamente en paz gracias a un elenco que ha depositado en nuestro interior argumentos serios de cómo triunfar, cómo buscar el éxito y como legárselo a nuestras generaciones futuras, conociendo de cerca la posibilidad de abrazarse a la leyenda. Gracias Atlético Nacional. Gracias campeón.

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